miércoles, julio 13, 2005

 
La historia tiene lugar muy cerca del paraíso. Se puede decir que aquel paraíso me llevo a este infierno (o mejor aún, que de aquellos barros vinieron estos lodos). Empieza aquí:

Hospital Central de Salud Pública de Cartago, C.R.
Viernes 10 de agosto de 2001

El ingreso

Llegamos el viernes a las 12:15. La recepción es rápida. Tras tomar datos del pasaporte me colocan en un pasillo y en menos de 10 minutos me están limpiando el pie.

Olvidé decir que llego aquí con un pie muy inflamado y con una herida entre los dedos (hecha caminando por el barro en la selva de la zona de playas del Caribe Sur, junto a Manzanillo).

Tras la primera cura, la doctora de urgencias (emergencias, dicen aquí) me informa que voy a ser ingresado pues tengo una fuerte infección bacteriana adquirida por la herida (el barro de Manzanillo no debía ser apto para el "baño"). "Cosa de uno o dos días", me dice.

Comunico a mis compañeros de viaje el ingreso y se van a ver a los curas de Ciudad de los Niños. Quedamos en vernos al día siguiente.

El ingreso consiste en que paso a la "sala de emergencias" pues no hay camas libres. Una sala de unos 30 metros cuadrados con unas 15 sillas, casi todas ocupadas. Me dejan una en una esquina al lado del mostrador de control, para que mi mochila no estorbe. Allí permanezco hasta las 20:00 (atención a la diferencia: 20:00 horas - 12:15 horas = 7:45 horas). En ese tiempo me ponen ya los primeros goteros de antibióticos.

Mi compañero de sala, en la silla de al lado, ha "ingresado" a las 11:00 con un síndrome de abstinencia de alcohol. Me cuenta que ha pasado el último mes sin comer y borracho todos los días. Me dice que su vida es como la de Nicolas Cage en "Leaving Las Vegas". Perteneció a Alcohólicos Anónimos pero interrumpió la terapia. Está en paro. Bebe porque no tiene otra cosa que hacer, dice. Alguien le trajo aquí porque lo encontró tirado en el suelo. Me da la impresión de que no es la primera vez que viene pues no le hacen mucho caso. Tiene temblores, taquicardia, se le agarrota el brazo, dice, y tiene los ojos completamente rojos.(*)

(*) Nota añadida el lunes: Volvió el lunes exclusivamente a visitarme (ya más limpio y en mejor estado), estuvimos hablando un rato y me dió un papel con su dirección, se llama Juan Carlos Ramírez.

A la izquierda del alcohólico hay una chica de unos 17 años que ha ingresado por sobredosis de barbitúricos (intento de suicidio). Llora desconsolada y dice que no quiere vivir. Cada cierto tiempo le hacen beber una jarra de líquido naranja y vomita con violencia.

Llega otro de unos 30 años con la cara completamente inflamada, tapándose con una mano por vergüenza (luego será compañero de mi habitación; se llama Edgar, cama nº4). Y así hasta 15 ó 16 personas en la sala, con dolencias varias. Hay otro de bigote que luego irá a parar a la habitación de al lado.

A las 20:00 horas, ilusionado por pasar a una habitación (iluso!), me dan un pijama (pantalón naranja, color Alcatraz, y camisa manga corta azul) y allá me voy con mi silla de ruedas y mi mochila hacia la habitación. El conductor de la silla me pregunta si llevo "paño" (toalla), jabón y papel (higiénico). Le digo que no y me dice que me intentará conseguir. Empieza mi mosqueo.





La habitación

Me llevan en silla de ruedas y con la mochila en las piernas. Un espectáculo. Voy a la sección de "medicina hombres" (hay otras cuatro secciones: "medicina mujeres", "cirugía", "ginecología", y la "unidad de tratamiento intensivo"). No hay mucho donde elegir...

La cama que me habían asignado, la 18, ya está ocupada cuando yo llego (no extrañarse por ello, si permaneció 5 minutos vacía alguien se las arregló para ocuparla, las cosas son asi). Así que me pasan a la cama 1. La diferencia puede parecer pequeña (18, 1...) pero en los próximos días no lo será...

La sección de "medicina hombres" es un corredor con cuatro "habitaciones" a la izquierda y el mostrador de enfermeras a la derecha. Cada habitación tiene toda la pared que da al corredor acristalada, con un hueco en medio, sin puerta.

Al entrar a la habitación hay una hilera de cuatro camas a cada lado, ocho en total, separadas por no más de 80 centímetros, lo justo para que quepa una vieja mesilla entre cada cama.

Mi cama, la 1, está junto a la cristalera. ¡Cerca del hueco-puerta! Por suerte sigue vacía.

El resto es un espectáculo. A la derecha cuatro ancianos retorciéndose, dos de ellos me miran con ojos saltones, los otros dos no pueden ni levantar la cabeza para mirar. A la izquierda, a continuación de mi cama, un señor más joven (¿35? ¿40? difícil calcular la edad de esta gente) con un aspecto raro, toda la piel blanquecina, pero como sobre un fondo negro. El siguiente es otro abuelo en mal estado y el último es Edgar, el que vi en emergencias con la cara hinchada. ¡Menos mal que me encuentro a un amigo!

En la pared del fondo hay un lavabo (agua potable, me dicen, "testeada hace una semana") y unas ventanas altas que permanecerán siempre abiertas para ventilar la habitación (por la noche hará frio).


Entrada principal del Hospital Max Peralta




La infraestructura y la intendencia

Hay un baño al fondo del corredor para las cuatro habitaciones (32 pacientes en total) y para otras dos más pequeñas que tienen acceso restringido (quizás 4 pacientes más). El baño tiene 4 retretes, 3 lavabos y 4 duchas. No hay toallas. No hay jabón. No hay papel. Está bastante sucio.

En la cama hay sábana y cubierta. Más tarde tendré la suerte de que me traigan una "cobija" (manta). Digo "suerte" porque Antonio, el de la cama 6, la estará pidiendo durante dos días sin conseguirla (*).

(*) Nota posterior: Mi teoría tras varios días aquí; no les ponen manta a la 5 ni a la 6 porque saben que se ensucian mucho (no daré más detalles). No tienen tantas mantas como para estar cambiándoles con frecuencia. El lunes la hija de Antonio lo descubre y va a comprarle una.

No hay botellas ni jarras de agua, ni vasos. Me dicen que beba agua del lavabo en el vasito de las pastillas (de papel, tamaño de medio vaso de vino). Conozco a un paciente de la 3ª habitación que es Guardia Civil (la policía de aquí), me dice que ha estado haciendo un curso en España, en Toledo; se va un momento y vuelve con una botella de plástico vacía para mi. Es mi primer utensilio de valor aquí. Será fundamental el sábado, día que pasaré con fiebre alta.

Más adelante aparece medio rollo de papel higiénico en el baño. Se acabará pronto. El domingo por la noche, muy necesitado, solicito papel y tras decirme que noy hay, la enfermera rebusca en los armarios y encuentra otro medio rollo.

Para secarme tras la ducha diaria me dan habitualmente una sábana (un día excepcionalmente una toalla, vista la cual prefiero la sábana).

Comemos todo con cuchara. Cortar la carne que acompaña a veces al arroz con frijoles es difícil. Mi navaja es mi segundo objeto de valor. Tras sacarla por primera vez de la mochila recibo ya las primeras "ofertas" (las "ofertas" de aquí son más o menos así: "qué bonita, ¿me la regalas por favor?").

Un dato importante para describir el olor de la habitación: no hay pañales para los abuelos.



Mis compañeros de habitación



  • Cama 2: Don Gerardo, el de la piel negra teñida de blanco con una pomada. Entró por insuficiencia cardiaca causada, dice, por una inyección a la que era alérgico (todo mentira, claro, tiene las válvulas del corazón cascadas). Aunque también tiene una alergia que le produce unos rosetones en la piel y muchos picores. Por la noche se rasca rítmica y sonoramente, suena como las "chicharras" (cigarras) de la selva de Cahuita. Habla pausadamente. Me repite siempre "la montaña es muy peligrosa, si, muy peligrosa". No viene a verle nadie en las horas de visita. Tiene 49 años. Por cierto, lo de que hay uñas de los pies que parecen mejillones es verídico. Doy fe.
  • Cama 3: Don Claudio (el 1º, hay otro Claudio en la cama 5). Es un señor de unos 75 años acompañado siempre por alguna de sus hijas. Tiene 4, una de ellas ciega por la diabetes no viene a verle, y otros varios hijos más. No se mueve apenas. Le llevan en silla al baño. El lunes está peor y le bañan en la misma cama. Es la primera vez que les veo poner un biombo aquí.
  • Cama 4: Don Edgar, el de la cara hinchada, habla poquísimo, no parece Tico (costarricense). Poco que decir sobre él. Es el único que he visto que se lava los dientes tras las comidas y que procura ir el primero a ducharse, como yo, para coger el baño más limpio (a mi favor: soy el dueño de la cama 1, ¡la más cercana a la puerta!).
  • Cama 5: Don Claudio (el 2º). Muy viejo. No tiene a nadie, me dicen (bueno, el lunes le vendrán a ver 3 personas). Le tienen aquí hasta que encuentren una residencia para terminales. Yo creo que se morirá antes. Apenas se mueve. Se queja todo el día y toda la noche. No habla. Sólo llora. No puede comer solo. Cuando llega la bandeja de comida, si en el turno correspondiente de enfermeras hay alguna caritativa (¿o debería decir profesional?) que le da de comer y él quiere comer, entonces come, si no, no.
  • Cama 6: Don Antonio. El hombre ingresó con fuertes convulsiones (ignoro la causa). Ahora ya no le quedan fuerzas ni para convulsionar. Come poco. Apenas se mueve. Emite continuamente sonidos por la boca. A veces se le entiende alguna palabra: "me voy al interior" (?). Tiene pocas visitas. Creo que las convulsiones son por una bronconeumonía.
  • Cama 7: Don Juan. Tiene 87 años y una especie de gangrena en unos dedos del pie, se lo tienen que cortar (luego me entero de que cogió la gangrena en este mismo hospital, en un ingreso anterior). Suele estar su hija con él. Lleva muchos días esperando la operación. Habla bajito pero claro y con sentido. Le han dejado ya 5 días en ayunas preparado para la supuesta operación pero al final de la tarde le anuncian siempre que se retrasa por algún motivo u otro, del estilo de "falta la valoración cardiovascular". Al final nos hemos enterado de que hay carencia de cirujanos y nunca le "priorizan".
  • Cama 8: Don Evelio. Viejo muy callado pero con los cinco sentidos. Mirándolo más detalladamente veo que es bastante menos viejo que los de las camas 3, 5 y 6, o al menos se conserva mucho mejor. Con diferencia es el que más visitas recibe (todos los días un grupo de 7 u 8 personas vienen de las 16:00 a las 17:00 horas).





Otros enfermos destacables

Otros enfermos "destacables" de habitaciones cercanas: uno muy gracioso es Gerardo, el de bigote que ingresó en emergencias al mismo tiempo que yo. Cada vez que habla se siente obligado a decir algo gracioso. Si hablo mucho con él se hace pesado, pero para un par de veces al día está bien.

Otro muy serio pero bastante educado es el Guardia Civil, ya mencionado. Le he visto acunando un recién nacido en horas de visita, imagino que su hijo.

Otro que no se levanta de la cama grita "¡España! ¡España!" cada vez que paso por delante de su puerta dirección al baño.

Las/os enfermeras/os

Poco que decir. Hay montones de ellas excepto cuando alguien las necesita para algo. Cuando cambian de turno, la jefa da el informe de la situación a la nueva pasando cama por cama, así que he oido decir bastantes veces la misma cantinela. Además escriben larguísimos informes sobre cada uno de nosotros en cada tuno, supongo que siempre ponen lo mismo...

Unas ponen bien el gotero y lo ajustan con paciencia, otras lo clavan y se largan. La mayoría (o todas) ni vuelve para cerrarlo cuando se acaba.

Hay también enfermeros, aunque es difícil distinguir la complicada jerarquía. Los hay especializados en sacar sangre, en hacer vendajes, en ayudar a dar de comer, en poner goteros, en poner inyecciones...

Una de las enfermeras estuvo hace un par de meses de gira por el Mediterráneo: España, Francia, Italia... Se quedó encantada con España por la guía turística que, según ella, "era simpatiquísima y muy guapa, Atantza"; al día siguiente me trae una foto para enseñarme a Arantza y preguntarme si la conozco.

Los médicos

La mayoría son muy jóvenes, "residentes" supongo. Con aspecto bastante pijo (los jóvenes). Repeinados, con corbata, refinados, pero bastante más atentos con los pacientes que las enfermeras.

No tengo muy claro qué médico es el mío pues pasan varios distintos cada día y suelen criticar las decisiones adoptadas por los otros y cambiar el tratamiento según les da. Sospecho que el que manda es uno a quien veo por primera vez el lunes a las 8:00 y me dice que de darme el alta "nada". Que este tratamiento (antibióticos intravenosos) es de una semana (¡snif!).

El resto del personal

Además de médicos y personal sanitario hay "brigadillas" de cocina (hacen y reparten la comida), de limpieza (barren varias veces al día, limpian cristales, recogen porquería diversa, limpian el baño), de llevarse a los muertos (los veré varias veces), de seguridad (espectaculares estos, impiden entrar al edificio salvo en horas de visita y ni siquiera a esas horas si se viste pantalón corto o camiseta, revisan los pases de los visitantes, organizan el "tráfico" en general, etc).

El más simpático: Carlitos, un chaval de 22 años que limpia por las mañanas hasta las 14:00. Es muy gracioso, tiene "supuestamente la religión bautista" (?), tiene una compañera y un hijo y ha trabajado aquí desde febrero pero ahora se le acaba el contrato (dice). Está loco por internet; "chatea", manda mailes, me ha pedido el mío, así que le he dado la única tarjeta de visita que había traido. (*) Esta mañana ha arriesgado el puesto de trabajo y me ha colado clandestinamente en los "lavabos de personal" para que no entrase en el otro porque estaba muy sucio. Hemos planeado escribir un diccionario tico-español por mail. Se ríe cuando me ve escribir esto y dice mientras barre: "sigo aqui tirado en esta cama y Carlitos el tico barre mientras tanto el suelo...", como adivinando estas líneas.

(*) Nota de hoy: ¡Carlitos! ¿Para eso te di mi única tarjeta? ¡Aún espero tu mail, así que si lees esto a ver si me escribes!

Los visitadores

Grupo desconocido hasta ahora.

Los hay de varios tipos: los que entran sólo en horas de visita (de 16:00 a 17:00, o de 12:30 a 13:30 los festivos) y los que se las ingenian para colarse a cualquier hora.

Los "abiertamente cristianos", entran a diversas horas para dar la comunión a los enfermos, para pedir dinero a los otros visitantes...

Los hay que visitan a otros pero aprovechan para dar un paseo por delante de todas las demás camas y mirar a todos sin decir nada, como si estuvieran en el zoo (mi cara me delata y soy centro de especial atención, como extranjero).

Los hay que vienen a visitar al primer solitario que encuentran (de nuevo soy atractor nato) y saludan muy simpáticos y según su oratoria están más o menos rato, aunque siempre terminan con argumentos religiosos. De estos cabe destacar a Mabel, descendiente de españoles y jamaicanos, muy educada y refinada y a quien gusta referir los éxitos profesionales de sus hijos y sobrinos. Esta señora estuvo buen rato conmigo y luego volvió para regalarme un libro extensamente dedicado, y con su dirección y teléfono incluído (bueno, los de su hermana, pues ella no debe tener o debe tenerla alquilada).

"Don Francisco, parece usted un misionero"

me dice. Y debo parecerlo, porque no es la primera que me lo dice ni será la última.


Pregunta de examen: ¿quién es javifields y quién es el misionero?




La bolsa roja

Preparan a Don Juan para operar. Por fin, ahora mismo, lunes a las 19:00. A su familia ni siquiera les han avisado. Vienen dos enfermeros, le desnudan, le ponen una bata verde de quirófano, le ponen un pie dentro de una tela, otro dentro de una bolsa de plástico roja (!) (¿cuál será el pie difunto?). Lo meten en una camilla y puerta!

A las 23:00 vuelve Don Juan en camilla, a falta de una bolsa de plástico roja...

Las toallitas refrescantes

La noche del domingo al lunes ha sido por el momento la peor situación vivida en esta casa (me refiero a físicamente, pues mi situación psicológica ha pasado ya momentos bajos).

No describiré detalles. Unicamente decir que de los 5 abuelos de la habitación 3 tuvieron diarrea toda la noche y uno tuvo vómitos sanguinolentos. Véase el capítulo sobre infraestructura (carencia de pañales y jabón) para hacerse una idea de la situación.

Las dos toallitas refrescantes de "Cubana de Aviación" que me ha dado en su visita de esta mañana mi compañero de viaje Luis han sido providenciales.

Cuando el lunes me comunican que he de quedarme una semana la sensación es de abatimiento total. Tras respirar profundo veo que debo hacerme con el medio hostil y agudizar el ingenio (para mantener la cabeza fuerte y no derrumbarme). Me viene a la memoria la llegada de Jack Nicholson al hospital en "Quién voló sobre el nido del cuco"... espero terminar mejor que él en la película...

Altas

El martes 14 se producen las primeras altas. Don Claudio (cama 3) y Don Evelio (cama 8) a las 13:20, y yo que creía que estaba mejor que ellos...

Aunque peor les va a los de la habitación de al lado; han muerto ya dos desde que estoy aquí: ayer uno en plena hora de visitas y hace un rato el segundo digamos que algo abandonado por los médicos... empezó a gritar... buen rato después llegó un médico, le diagnosticó una peritonitis, le recetó dos gramos de morfina, se largó, y al cabo de una hora pasó la camilla con el cuerpo cubierto del todo.

Otra alta: Don Edgar (cama 4) a las 15:20.

Ya sólo puedo hablar con la hija de Don Juan, el que tenía dos piernas y ahora sólo tiene una (por cierto, le cortaron muy por encima de la rodilla).

Inmediatamente han traido a uno nuevo a la cama 8. Viene de la habitación de al lado. Etc, etc. Ya estamos completos otra vez.

No detallo a los nuevos, aunque hay un especímen realmente interesante desde el punto de vista médico... sólo diré que en la clasificación de este hospital le llaman "un crítico" (imagínense!).



La hora de visitas

Es una hora diaria.

Entran montones de visitadores de todas las clases.

En mi modesta habitación de 8 camas entran unos 30 ó 40 cada día, y eso contando con que Don Gerardo (cama 2) no recibe ninguna y cuando yo recibo alguna son mis compañeros de viaje y tengo que bajar yo a la entrada, pues no dejan subir "vestidos de cualquier manera" (pantalón corto).


Visitadores preparados para entrar




La velocidad de los medicamentos

Esta mañana (martes 14 de agosto de 2001) me he levantado con nauseas.

Hago una cuenta sencilla: 4 bolsas de antobióticos en vena cada 4 horas durante 4 días que llevo aquí, hacen un total de 96 bolsas de antibióticos en vena.

En España a la primera de cambio te ponen "Primperán" (o algo así) para contrarrestar la gastritis producida por los antibióticos.

Se lo digo a la enfermera jefe y se asombra de que no me lo hayan pautado. Se lo dice al primer médico joven que pasa (7:00) y él dice "si, claro, tiene razón, se lo comentaremos al doctor".

Se refiere al otro médico que pasa a las 8:00.

Me pregunto para qué pasa entonces este otro doctor de las 7:00...

Pasa mi médico a las 8:00 y dice "ah, si, Primperán, ese lo fabrican en España; aquí ponemos 'noséqué', que es parecido; ya se lo pondremos".

Desde entonces, he intentado comer (a las 11:20, hora de la comida) sin apenas conseguirlo (la comida de aquí tampoco pone mucho de su parte...), y estoy merendando (a las 14:00) un café con leche y todavía no me han dado nada para la gastritis.

Le pregunto al primer médico de esta mañana y me dice:

"si claro, está pedido a farmacia, pero desde allí tardan en llegar..."

¡Espero no necesitar nada que sea de vida o muerte!






El negociante

La hija de Don Juan (cama 7, una pierna) me ha pedido un pase para que puedan entrar dos familiares más (ya sabéis, la famosa y multitudinaria hora de visitas). Voy a ver si lo consigo. Me ha contado que nuestro compañero Don Gerardo (cama 2, "la montaña es muy peligrosa, si, muy peligrosa") le pide 500 colones (unas 300 pesetas) por el pase. Ahora entiendo por qué nadie viene a visitar a Don Gerardo...

¡Será cabrón!

Media hora después Don Juan no quiere cenar y Don Gerardo le pide a la hija de Don Juan que no diga nada y que le pase la comida a él. ¡Y ella se la da! Hay dos tipos de personas...

Los tesoros de mi mesilla
(el martes por la noche)

Al fondo el neceser (del que sólo utilizo el cepillo y la pasta de dientes y el gel de baño);

más adelante el libro que me ha regalado con extensa dedicatoria la visitadora Mabel (muy simpática, ya sabéis, la de "Don Francisco, parece usted un misionero"), lo uso como mantel porque la mesilla no la limpian nunca y me sirve también como mesa de comer (no tengo otra);


Dedicatoria de Mabel
(el libro se titula Tesoros del pensamiento, nunca lo leí)

encima del "mantel" la botella de plástico que me consiguió el Guardia Civil;

junto a ella un paquete de pañuelos de papel, otro de chicles, la tarjeta de "España Directo", la agenda de teléfonos y un papel con el teléfono de los Agustinos de Ciudad de los Niños (conocidos de un amigo), por si no aguanto más y tengo que salir de aquí (aunque sea para caer en las manos de los agustinos...);

al lado, el libro que me ha dejado Luis, "La mujer habitada", de Gioconda Belli (que, por cierto, está muy bien);

también, el único caramelo que me queda de los que me regaló la visitadora Mabel (fundamentales para ahogar la náusea provocada por los antibióticos);

y por último dos toallitas refrescantes que he encontrado en mi mochila, por si se repite la situación de la otra noche.

Lo olvidaba, también tengo el cuaderno y el boli con los que tomo estas notas.

¡Dos cosas más! Escondido en el libro de Luis: el pase que acaba de conseguirme mi enfermera preferida para dárselo (gratis :-) a la hija de Don Juan (cama 7) y escondido en el cajón de la mesilla el rollo de papel higiénico que he encontrado muy en el fondo de mi mochila.

Nota posterior: La hija de Don Juan me regala el jueves en agradecimiento un billete antiguo de 5 colones (ya fuera de circulación). Subirá a la habitación llorando (por algo que ya os contaré que sucederá el jueves) y sólo para dármelo...



Las cuatro anotaciones del miércoles

Primera anotación: otra que cae

La chica que llegó a emergencias el mismo día que yo con intento de suicidio por barbitúricos murió ayer martes. Tenía 16 años.

Ya no recuerdo qué he contado y qué no... ¿conté lo del que gritaba desesperado una noche, inmediatamente le diagnosticaron peritonitis y le recetaron "un gramo de morfina, no, mejor dos", y al cabo de una hora se lo llevaron "fiambre"?

Segunda anotación: Marvin

Uno de los ingresos de ayer martes es un chaval de unos veintitantos que no calla. Ha conseguido hacer callar a Don Gerardo (cama 2, "la montaña es muy peligrosa, si, muy peligrosa...").

Se llama Marvin (cama 3).

Tiene un herpes en un brazo. Un nuevo caldo de cultivo para las duchas de este sitio, tan higiénicas. Además del herpes, tiene SIDA.

Tercera anotación: la enfermera jefe

Creo que la persona más destacable aquí es Isabel. Es enfermera jefa en el turno de mañanas. Creo que sabe más medicina que los médicos que nos visitan (por cierto, aquí la carrera de enfermería dura 5 años). Es quien echó la bronca (dentro de lo que la jerarquía permite) al médico de ayer por no haberme pautado nada para las naúseas. Es también quien al descubrir que yo tenía una riñonera en el cajón de la mesilla se acercó y me dijo en voz baja que hay una caja de seguridad en el hospital (me dijo "yo hubiese dormido con todo eso debajo del colchón... entra gente muy mala por aquí..."). Es también quien me ha dicho en voz baja "Don Francisco, vaya a ducharse el primero, a las 6:00, para que los baños estén más limpios... el herpes no es muy contagioso... pero eche bien de agua caliente por todo antes de meterse...". Mantiene una seriedad desconocida hasta ahora en este pais. Intenta poner orden hoy, mañana del miércoles, en este caos.

Cuarta anotación: las visitas del día de la madre

El 15 de agosto, miércoles, es aquí el día de la madre. Con esa excusa no he visto hoy a ningún médico, y por tanto no tengo ni idea de cuándo saldré de aquí...

Al grano, el día de la madre dejan entrar sin pases en la hora de visitas y también a los niños. Hemos batido records.

Acaban de desalojar y por aquí parece que pasó Atila. He contado 8 niños simultáneamente dentro de la habitación.

En cuanto a mis visitas, también he batido records, y en algunos momentos he vencido a mis compañeros de habitación. He tenido 6 ó 7 visitadores diversos alrededor de la cama.

Ha venido a verme Carlitos (el de la limpieza). Ayer le cambiaron de sección así que no le había visto en dos días. Hemos hablado de informática (es aficionadillo).

Creo que puedo decir que empiezo a ser popular en este hospital...



Última anotación en el diario

Jueves, 16 de agosto, 6:30.

Acaba de morir Don Juan (cama 7).

No orinaba desde el día que le cortaron la pierna. Pensaban que por exceso de dignidad no quería orinar en la cama. Ayer le intentaron poner una sonda y no pudieron pues tenía una obstrucción.

El médico de guardia, un chaval joven que lo miraba desde lejos y no tenía ni puta idea, dijo

"pues pónganle una sonda más fina".

Dijeron:

"no tenemos".

El dijo:

"pues háganle una radiografía"

y se fue.

Por la noche le llevaron a hacer una radiografía. Esta mañana gritaba desesperado. He pedido ayuda a una enfermera (la única que había). Ella se acerca a la puerta y desde allí grita

"que se orine en la cama".

Media hora después ha muerto.

Hoy me voy de aquí como sea. Con o sin alta médica.


Hospital de Cartago, puerta trasera